El día que lloró Santa Cruz
Era un domingo más y sin más. Lo único destacable es que era Domingo de Pascua y la ciudad estaba vacía.
Sin embargo, recuerdo todos y cada uno de los minutos de aquel terrible día.
La noche anterior habían cambiado la hora y nos despertamos muy tarde.
Salimos a la calle y nos acercamos a mi oficina: esperábamos la confirmación vía fax del que sería el hotel en el que pasaríamos la luna de miel. El esperado papel estaba en la bandeja... ¡¡bien!!, hotel OK, ya teníamos el viaje de novios confirmado en su totalidad...nos casábamos tan sólo 20 días después.
Decidimos dar un paseo.."¡Qué bochorno!, ¿verdad cariño?"...Estaba totalmente gris, plúmbeo...apenas llevábamos un kilómetro y el sudor ya perlaba las frentes, los brazos...Llegamos hasta el parque García Sanabria..."¡A ver si hoy tenemos suerte y encontramos ranas!". No habían ranas. Quizás lo presentían.
Nos acercamos a por la prensa. El ritual de todos los domingos: la prensa, un libro (Con ánimo de ofender, de Pérez Reverte) y algunas revistas tontas para entretener la tarde del domingo. Coincidimos con Félix, un amigo común...hablamos de muchas cosas: la despedida de solter@s que habíamos hecho el sábado anterior, el precio de la vivienda...
Y comenzó a llover. Esperamos un rato, ya eran las dos y media de la tarde...pero no paraba de llover. Ale decidió que teníamos que llegar a casa. Nos despedimos de Félix y nos lanzamos a la calle. ¡Joder cómo llovía!. Nos metimos en un portal en la Calle del Pilar. El agua comenzaba a rebasar los bordillos de las aceras. Pasamos por delante de la Iglesia del Pilar...no soy creyente pero cuando vi a la pequeña Pilarica en la puerta le pedí que nos ayudase a llegar a casa.
Nos armamos de valor y atravesamos toda la ciudad corriendo. La lluvia era tan intensa que casi no podía respirar, parecía que me iba a ahogar bajo la tromba de agua.
Jamás nos habíamos empapado así. Ya en el ascensor, nos entró la risa tonta. Recuerdo que Ale se quitó la camisa y empezó a escurrirla...caían chorros por todas partes. Llevábamos empapada hasta la ropa interior. Creíamos que todo había terminado.
Pero seguía lloviendo, y no veíamos a los edificios del otro lado de la plaza, y comenzaron los rayos y los truenos.
Se había hecho de noche y sólo eran las tres y media.
Almorzamos y nos tumbamos en la cama con nuestro preciado botín de prensa, revistas y libros. Encendimos la radio, pero no se escuchaba bien, a cada rayo que caía se oía un zumbido atronador...
Ale se levantó...quería ver "como estaba el patio"..."Cariño ven, pero no te asutes..."
La sala estaba inundada de agua, y la habitación del fondo, y el baño, y la solana, y nuestro dormitorio...maldita costumbre de tener las ventanas abiertas. Claro, con dos fumadores hay que ventilar. Ingenua de mí, cogí la fregona..como si una fregona pudiese con aquel caudal de agua. Nos dimos cuenta de que el sumidero del balcón estaba atascado, salí con un bolígrafo a intentar desatascarlo y en eso que cayó un rayo en mis narices. Y me cayeron dos lágrimas...la impotencia y el susto me vencieron. Ale reaccionó mejor y comenzó a achicar el agua con la pala de la basura. Oímos a los vecinos...abrimos la puerta y...jamás olvidaré la cascada de agua por toda la escalera, entrando en la casa. Y no paraba de llover.
Lo demás, ya casi es una nebulosa...me llamó mi hermana e intentaba hacerme la fuerte, luego mis padres, luego los padres de Ale desde Zaragoza. Ellos ya sabían "todo" lo que estaba ocurriendo aquel día en Santa Cruz, pues Antena 3 ya estaba retransmitiendo las imágenes que luego todos vimos...nosotros ya no podíamos, no había luz, luego fallaron los teléfonos...
Achicada el agua, nos conectamos a la radio y comenzamos a darnos cuenta que estábamos dentro de una gran tragedia: personas muertas, personas aisladas, personas desaparecidas...coches sin control flotando por las calles. "¡Joder, nuestro coche!" Decidimos salir, quizás la mayor gilipollada que hemos hecho en toda nuestra vida. Nos la jugamos. A pesar de haber dejado de llover, el agua aún nos sobrepasaba las rodillas. Pudimos pisar una alcantarilla abierta y no darnos cuenta. El coche bien, gracias.
Otra llamada, ahora del trabajo de Ale...y decidió salir, a pie, a más de cuatro kilómetros. Fueron las dos horas y media más largas de mi vida: una cajetilla entera de Lucky y media botella de J&B.
Era de noche, por lo que tendrían que ser más de las 8 y media de la tarde. No había luz, ni teléfono...la pared de la sala estaba empapada "sólo falta que se me caiga la pared encima" y la radio mostrándote la verdadera tragedia: el joven de protección civil que murió tras salvar a los cuatro miembros de una familia, la niña que murió bajo los escombros de su casa, la Playa de las Teresitas, el Barrio de San Andrés, la Avenida de Anaga, Los Lavaderos, el Barrio de la Alegría...en todas partes hablaban de desaparecidos, de personas en las azoteas, de muros que se desplomaban, de coches a la deriva, de casas que se venían abajo...
Ale volvió a casa. ¡Gracias, gracias y gracias!
Y yo sólo tenía ganas de llorar y llorar.
Hoy hace un año, y Santa Cruz rendirá hoy un merecido homenaje a toda la ciudad en general (los chichas se comportaron como auténticos jabatos) y a las personas y asociaciones sin cuya ayuda hoy estaríamos lamentando más de 8 víctimas.
Quiero, desde aquí, mandar un beso y una abrazo enorme a todos los familiares de los que murieron y a todos los que, anónimamente, se lanzaron a ayudar, a colaborar...dándolo todo sin pedir nada a cambio.
Santa Cruz y sus gentes demostró más que nunca ser fiel merecedora de sus títulos de Muy Noble y Muy Benéfica.