jueves, agosto 28, 2003

Parece mentira que siendo araña te caigas de la pared...

miércoles, agosto 27, 2003

Tindaya

Cerca de casa había un graffiti en el que se podía leer "Chillida, vacíate el cerebro". Me pareció un mensaje bastante ocurrente pues, efectivamente, a este gran artista se le recordará por sus técnicas de vaciado de bloques, troncos y, según era su proyecto en Tindaya, el vaciado esta vez le tocaba a una montaña.

Los que entienden de arte y, concretamente de escultura y arquitectura, consideran que Eduardo Chillida ha sido uno de los más importantes representantes de la escultura modernista. Cuentan que la grandeza de su obra consiste en el equilibrio entre la simetría y la asimetría, la interacción espontánea que se produce entre el observador y lo observado, la dialéctica de lo lleno y de lo vacío…Incluso hay quien apunta que su obra es musical, rítmica.

Yo no entiendo de arte. Ni lo pretendo. Por eso, desde un dignísimo posicionamiento lego en la materia, confieso que no me ha seducido ninguna de sus obras. Por mucho que me esforcé, no conseguí "oír nada" y no termino de percibir el equilibrio entre el hueco y lo que no es hueco. El arte es subjetivo. Individual. Por tanto, tan respetable será llorar de emoción ante el Peine del Viento, que quedarme absorta con los pizpiretos juegos cromáticos del carey de mi peine.

Eduardo Chillida falleció el año pasado. No brindé, por supuesto, aunque sí he de reconocer que respiré aliviada y que en mi rostro se dibujó una media sonrisa (no soy mala, tan sólo humana) mientras pensaba: "Tindaya se salvará". El proyecto megalómano de este escultor que amenazaba con destruir un monumento natural de gran importancia arqueológica, espiritual, histórica, etnográfica, botánica, etc., y protegido por la Ley 12/1987, de 19 de junio, se quedaría definitivamente en sus sueños, de donde nunca debió salir.

Pero no ha sido así y es ahora su familia, con la connivencia de algunos de nuestros políticos, los que quieren reabrir la caja de Pandora.

Y los podomorfos que allí se encuentran, y la parejas (una de buitres y otra de aguilillas) que allí anidan, y su colonia de tarabillas, y sus luces misteriosas, y la magia que de ella se desprende…todas y cada una de esas "pequeñas cosas" desaparecerá en aras de un proyecto cuyo arte y grandeza se tornaron demasiado pronto en rabieta empresarial.

Y digo yo, si aquí llega un artista vasco y decide que su obra contribuirá al engrandecimiento del acervo cultural de Canarias en particular y del mundo en general, supongo (y es sólo un suponer) que los vascos tampoco deberían poner impedimentos a que un artista canario decida ejecutar en su espacio uno o varios proyectos similares.

Se me ocurre, por ejemplo, que podríamos vaciar la ría de Bilbao e instalar sobre ella una avenida de plexiglás o vaciar el tronco del roble de Guernica e instalar en ese nuevo espacio un Peine del Tronco.

lunes, agosto 25, 2003

Vivir con la talla 42

Nací en un hospital. Ya desde aquel día se adivinaba que lo mío no sería el grácil ballet o la interpretación de delicadas damiselas, víctimas de los celos o de la tuberculosis, en las tablas del teatro municipal.

Llegué rolliza, fuerte. Amigos y familiares de mis padres, no sé si por descuido o en pago a deudas inconfesables, me torturaron con pellizcos y palmadas mientras, con un brillo extraño en los ojos que nunca pude relacionar con algún sentimiento humano conocido, comentaban: ¡Qué gordita tienes a la niña!, ¡Hala, qué rolliza, qué ricura de mofletes!, ¡Qué saludable tienes a tu hija!…

Con el tiempo, pediatras, médicos y aprendices de todo tipo, intentaron esconder tras eufemismos que nunca pedí, la definición exacta de mi complexión: es de huesos grandes. ¡Vaya! La verdad es que no sonaba mal. Huesos grandes. Eso no podía ser malo. Todo lo contrario. Mis héroes de la infancia también tenían los huesos como yo: Pedro Picapiedra, el oso Yogui, Maguila el Gorila, Scooby Doo…

Crecí orgullosa de mi estatura, de mi peso y de mi gran osamenta. Solía jugar de pívot, llegar de las primeras en las pruebas de velocidad: me sentía fuerte, segura (algo parecido a cuando llevas un Tampax)

Fueron años felices. Pero una beca universitaria y una mochila preñada de sueños me trajeron hasta la amable Santa Cruz.

Y fue entonces cuando descubrí "las tiendas". Al principio, cuando era estudiante (y estiraba las pesetas como si fueran de chicle), me limitaba a mirar los escaparates, pues en aquellos tiempos, un vaquero tenía que durar tres primaveras. Eso sí, siempre vaqueros y camisetas. Suponía un gran riesgo comprar algo excesivamente de "moda" que, en la temporada siguiente, hubiese sido traumático llevar con dignidad...

Aún con todo, siempre encontré lo poco que necesitaba y lo menos que podía permitirme.

Pocos años después llegó el trabajo. Y un sueldo. Y el incremento significativo de poder adquisitivo. Y la necesidad, mitad laboral, mitad psicológica, de crear un estilo propio y de mejorar mi imagen. Hasta ese momento, yo no era del todo consciente de tener un kilo de menos o de más, de calzar mucho o poco, de tener más o menos pecho, de si mi peinado era o no el adecuado.

Simplemente, me encontraba bien. Francamente bien. Y el placer me lo daba un libro de realismo mágico, no la indumentaria...

Pero, de manera sincrónica a esta nueva etapa vital, llegaron las "otras" tiendas.. Cada "gran firma" de ropa, cosmética, calzado, complementos, lencería...ya tenía en Santa Cruz un espacio, una puerta, una franquicia.

Podemos encontrar ropa de día, ropa de media mañana, de merienda, de primer amor, de desamor, de nostalgia, de "entretiempo", de playa, de pre-temporada, de rebajas, de noche, de cóctel, de bautizo, de velatorio, de venganza. También encontramos ropa deportiva, vaquera, de "andar por casa", de regalo de compromiso (ocurrente, pero barata). Incluso, ¡qué cosas!, podemos encontrar ropa para "sentirnos mejor", para incrementar nuestra autoestima, para superar la depre y para pedir un aumento de sueldo.

También llegaron las dependientas. Las que con su mejor sonrisa te asesoran sobre lo que le va bien a tu cuerpo, a tu color de ojos, a la forma de tus uñas, a tus pecas y, llegado el caso, lo que mejor disimulará un alma vacía de historia.

Llegó todo. Todo. Menos la talla 42. La verdadera talla 42 y no una talla 38 ó 40 encubierta con una etiqueta falsa, con la que intentan "cumplir" las recomendaciones que el sector sanitario ha hecho a estos establecimientos para que oferten tallas mayores, a raíz de las alarmantes estadísticas sobre la anorexia en buena parte del mundo "desarrollado".

Ya he perdido la cuenta de las horas transcurridas, los kilómetros andados, las hueras búsquedas entre escaparates, percheros, gavetas y mostradores en busca de "algo que ponerme", algo con lo que yo también pudiese estar cómoda y sentirme bien. Pero no lo encontré, y mientras tanto recordaba a Miguel Hernández "Cardos y penas llevo por corona/ cardos y penas siembran sus leopardos/ y no me dejan bueno hueso alguno"

Opté entonces por ir a tiendas "de grandes mujeres", pero ahí sólo tienen a partir de la talla 46. ¡Vaya, aún no estoy lo suficientemente gorda!

Sólo quedaba una posibilidad: las tiendas de ropa "de señora". Claro, con cierta edad, siete hijos, una buena jubilación, vida sedentaria (y una estupenda filosofía de vida), ya te perdonan (o te perdonas) los kilos de más. Pero había un problema. Con veintitantos o treinta y pocos no encajas en este "estilo".

La bala en la recámara era salir en bragas, pero lo medité mucho y decidí que no era estéticamente correcto.

He vuelto pues al vaquero, a la camiseta (neutra, nada simpática, atemporal y sin entallar), al chándal (claro, el chándal viene de todas las tallas porque es muy apropiado para gente sin complejos como yo, pero con muchos defectos como ellos pueden ver) y a la ropa de punto, ideal para disimular...aún ignoro el qué.

Sin embargo, lo realmente triste no ha sido llenar el armario de ropa "clase B" (B de batacazo, de bazofia, de bombón, de broma, de bio, de bulimia...). Lo aberrante ha sido todas y cada una de las expresiones de las dependientes de estas tiendas tan bonitas y que huelen tan bien, las perlas que he tenido que escuchar, los guiños soterrados..."lo sentimos señora, pero en esta tienda no hay ropa para usted" (y en esta ciudad ¿hay hueco para alguien como usted?), "no trabajamos su talla" (¿y por qué no se trabaja usted sus neuronas?), "¡¿Un 40 de botas...?! Disculpe, pero sólo tenemos hasta el 39, estos modelos no quedan bien en un pie mayor" (y a usted le cabe la educación en un patuco y le sobra espacio), "¿Un top, está segura de querer un top con ese pecho?" (pues sí, quiero un top, ¿le molesta a usted que tenga este pecho? Pues se joroba, ¡coño!), "¿El traje del esparate, en rojo y de la 42? Uf..me lo pone usted tan difícil..." (¿difícil? Difícil en comprender cómo está usted tras un mostrador y no en un documental del National Geographic).

Y, mientras tanto, veo en los medios de comunicación que los comerciantes de Santa Cruz se están llevando las manos a la cabeza porque las ventas están cayendo en picado. ¡A joderse! Las niñas y preadolescentes de la talla 34 y 36 son realmente "muy monas", pero las que tenemos poder adquisitivo somos las "grandes señoras" de la 42 y 44, ésas extrañas malformaciones humanas para las que no hay ropa en sus comercios.

lunes, agosto 18, 2003

Sobre civismo, integración y tolerancia

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define civismo como “comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública”. Así, si mis vecinos se patean las Ordenanzas Municipales sobre Ruido y Convivencia discutiendo a gritos a las dos de la mañana o me endosan una andanada de decibelios a la hora de la siesta, entre otras escandalosas manifestaciones de su presencia (son incapaces, sin embargo, de dar los buenos días en la escalera, que también acostumbran a ensuciar), se puede llegar fácilmente a la conclusión de que carecen de civismo, esto es, que son incívicos. Por cierto, ¿de dónde han salido mis vecinos?. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define tolerancia como “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. Ideas, creencias y prácticas... Bien. Entiendo por todo ello su forma de vestir, su cultura culinaria, sus gustos musicales, sus creencias religiosas, su escala particular de valores, su modelo de crianza parental, su idea de familia... No obstante, la basura en el rellano ¿es una práctica a tolerar?, la idoneidad de oír música chévere a las dos de la madrugada ¿es una creencia a compartir?, el bloquear el ascensor en su planta para tenerlo disponible a cualquier hora ¿es una idea tolerable?. ¿Hasta dónde tengo que tolerar a mis vecinos?. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define integración, o más concretamente integrar como “hacer que alguien o algo pase a formar parte de un todo”. El de urbe es un término, entiendo yo, eminentemente participativo y, quizás, por ser raíz de la palabra urbanidad, entiendo que eleva la integración a la aportación y la conservación del sentido de la misma. Si no hay integración para los nuevos elementos la urbe se fragmenta y los que vinieron, en el fondo, nunca llegaron. Ni que decir tiene que, en una primera aproximación, la integración sólo será posible mediante un comportamiento cívico y una tolerancia bidireccional. Me da que mis vecinos no se están integrando,... Mi mente no puede evitar la evocación rápida de otros tantos términos que tan bien han definido a otros lugares y a otros momentos históricos: holismo, pluralismo, sincretismo... No cabe duda acerca de la exquisita riqueza que muchas culturas o movimientos migratorios han “donado” al país o región receptora. Pero, y haciendo un esfuerzo para que nadie sojuzgue esta reflexión, me cuesta ver (o comprender) qué enriquecimiento le está aportando a nuestra sociedad la particular idiosincrasia de las culturas que están arribando a nuestras islas. ¡Ah!, ¡ingenuo de mí!, ¡ya caigo!, fulanito dice que están aquí para hacer los trabajos que los canarios desprecian (no me voy a remitir ni a las estadísticas salariales ni a la oferta laboral de las islas, es de sobra conocido por todos y me indigna semejante argumento cobarde y caciquista). Menganito me comenta que pagan alquileres muy superiores a los que pagamos los demás (nada hombre, metemos una docena en un pisito como hace el casero de mis vecinos, que seguro que con media docena de sueldos procedentes de esos trabajos que dicen se despreciaron son capaces de llegar a final de mes con honores. La otra media docena de inquilinos les esperará con la música alta y la cena en la mesa. Ideal). Zutanito canta que no, que la pureza está en la mezcla (yo sé que se refiere al ron con coca-cola) y los señores de la televisión, esos que siempre ganan las elecciones, saquen los votos que saquen, nos reprochan que tenemos que ser más solidarios (oiga, que yo nací en Zaragoza y me quieren poner en un cubo de basura, godo creo que me llaman), que nuestros padres también emigraron (¿insinúa que mi padre fue incívico?), que todos merecemos una oportunidad (me gustaría inscribirme en ese curso de instalador electricista de tantas horas para retornados y que a mí nadie me subvenciona,... ¡ah que yo no soy retornado, sino retornable!) Así que la cosa está bien sencilla. Voy a esperar a las siguientes elecciones, a ver quién me hace la mejor propuesta y tras los cien días de confianza (me temo que ya nadie se merece tanto) empezaré a hacer planes para construir mi torre de cristal, porque me habrán vuelto a tomar el pelo, y esa torre será una de las más caras de la ciudad y me hipotecaré toda la vida y estará llena de gente hipotecada como yo que no llevará a sus hijos a un colegio público (a muchos ya los están retirando), que perseguirá y se inventará los reductos donde aún puedan sentirse como en casa. O quizás me compraré un juego de maletas y meteré los títulos universitarios, y la experiencia laboral y la tristeza y el cansancio y me largaré a producir a otro sitio donde me tengan un poco más en cuenta. Ale y Ana, Santa Cruz de Tenerife...otro lunes más, angustiados y agotados en nuestro trabajo, tras tres días sin poder descansar.

miércoles, agosto 13, 2003

¿Racismo? Juzguen ustedes mismos

Hace ya más de dos años que vengo sufriendo las consecuencias de la llegada de sudamericanos a mi barrio. Hasta entonces, era un barrio tranquilo, céntrico. El barrio de El Cabo siempre se caracterizó por ser una zona acogedora, de ambiente familiar...aunque desconociésemos nuestros nombres, nunca faltó un buenos días entre vecinos.

Pero desde hace más de dos años ya nada es igual.

En mi rellano, las tres últimas familias que se han mudado (dos de colombianos y la última creo que de peruanos) nos han hecho la vida imposible: música estridente a diario y hasta altas horas de la madrugada, basura en la escalera, peleas, cristales rotos, provocación y un largo etcétera de acciones y actitudes que han hecho que pierda los nervios en más de una ocasión y que se me hayan saltado las lágrimas de pura indignación, estrés y agotamiento...demasiadas veces.

Pero, claro, como Canarias se supone que es una tierra acogedora, que nuestros antepasados también fueron emigrantes y se denomina a Venezuela como "La octava isla"....pues cierto tipo de anécdotas convenía no divulgarlas mucho porque siempre había alguien que te tachaba de racista o de insolidario.

Pero hoy, leyendo la prensa, veo que al fin, la gente ya comienza a llamar a las cosas por su nombre y que la solidaridad está muy bien, pero que esta situación ya se nos está escapando de las manos y ya no es un tema de ser solidarios o no, si no, simple y trágicamante, de seguridad.

Les transcribo a continuación algunos fragmentos de este artículo de Juan Antonio Padrón Sabina titulado "Inmigración y delincuencia", que sale publicado en La Gaceta de Canarias de hoy...

(...) Esto significa que la mayor parte de la inmigración que llega procede de los estratos más conflictivos de la población de los países emisores. Con lo que se viene abajo -con datos tangibles- las teorías sobre la supuesta bondad innata de los emigrantes que -pobrecitos- se ven abocados al crimen por necesidad. No dudo que haya casos de este tipo, pero desde luego son minoría. La triste realidad es que eran ladrones y criminales en su país y han venido aquí a mejorar su profesión.

Vivo en la zona del Mercado de Santa Cruz y la situación de miedo, inseguridad e indefensión ante el comportamiento de los inmigrantes es más que preocupante (...) Me limitaré a relatarles algunos hechos vividos recientemente.

Mercado de Santa Cruz. Llega un grupo de mujeres y hombres venezolanos a un puesto de carne (...) Al empleado lo insultan cariñosamente nada más llegar y saltarse la cola, claro está. Para no cansarles, les diré que estos indeseables convirtieron en trifulca barriobajera lo que hasta el momento había sido una tranquila mañana de compras (...) Calle Fernández Navarro. Tres colombianos a la puerta de un bar. En segundos, sin discusión previa, comienzan a darse trompadas y patadas. La gente huye y alguien llama a la policía. Llegan compatriotas que los intentan separar extendiendo la brutal pelea a la plaza próxima. La calle queda salpicada de charcos de sangre cuyo olor lo impregna todo. La policía no acudió.

Mañana del sábado en los alrededores del Mercado de Santa Cruz. Llegan, todavía borrachos, un grupo de sudamericanos. Exigen que les sirvan más alcohol en un bar que aún no ha abierto, pues el empleado está poniendo la mercancía. Ante la negativa a servirles rompen el mostrador de las comidas e intentan agredir al dependiente, que se libra por la afortunada intervención de unos vecinos. Salen huyendo en coche...


Y, mientras tanto, sigo viendo como nuestros políticos siguen llamando a la solidaridad, como se siguen organizando cursos gratuitos para emigrantes (algunos de estos cursos nos costaría a nosotros más de 3.000 euros), como les siguen dando ayudas para alquilar pisos (¿y a mí quien me ayuda a pagar el mío?), como muchos de estos sudamericanos, nada más llegar, comienzan a cobrar el "paro de retornados": un año a una media de 800 euros al mes...(yo, para cobrar un año de paro tengo que trabajar cuatro), etc...etc...

Y, paralelamente, sigo viendo las calles llenas de carteles ¡¡GODOS NO!! o pintadas de ¡¡GODOS AQUÍ!! en los contenedores de basura...gallegos y andaluces, sobre todo, que han llegado a Canarias a trabajar como cabrones y los tratamos como a basura.

¡¡Qué vergüenza!!

martes, agosto 12, 2003

Llegó la calima

Hacía muchos meses que no teníamos una avalancha de calima como las de estos días, pues éste ha sido de los años más ventosos de los últimos tiempos y gracias a los alisios "casi" nos habíamos llegado a olvidar de la amenaza velada que supone estar a cien kilómetros de la costa africana.

Lo peor es que parece que hasta el próximo viernes seguiremos bajo esta repugnante capa de tierra sahariana...Los servicios de urgencia se han desbordado y hay muchos asmáticos que lo están pasando francamente mal.

¿Para cuándo un plan de asistencia sanitaria en tiempos de calima?

Infierno

Terribles y tristes días los que están viviendo en la península. La verdad es que una no sabe ni qué decir...el fuego es tan sumamente estéril, devastador, catastrófico.

Varios fallecidos, familias sin hogar y sin tierras que cultivar, montañas y barrancos abrasados...decenas de especies de fauna y vegetación diezmadas.

No hay condena posible para quienes provocan esta barbarie. Mi mayor repulsa desde aquí para estos sociópatas (o, sencillamente, imbéciles) que han provocado este gran desastre.