lunes, febrero 10, 2003


¡NO A LA GUERRA!

SEVERA CONMINACIÓN DE UN CIUDADANO DEL MUNDO Mataos pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna. Si vuestra rabia es fuego que devora tal cielo y en vuestras almohadas crecen las pistolas: destruíos aniquilaos ensagrentad con ojos desgarrados los acumulados cementerios que bajo la luna de tantas cosas callan pero dejad tranquilo al campesino que cante en la mañana el azul nutritivo de los soles. Invadid con vuestro traquetreo los talleres los navíos las universidades las oficinas espectrales donde tanta gente languidece triturad toda rosa hallad al noble pensativo preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte que han de aplastar a las dulces muchachas paseantes en esta misma hora que sonríe por una desconocida ciudad de provincias pero dejad tranquilo al joven estudiante que lleva en su corazón un estío secreto. Inundad los periódicos las radios los cines las tribunas de entelequias estructuras incompatibilidades pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo ríe con los amigos en aquel bar de la esquina. Asesinaos si así lo deseáis exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas que jamás asiríais un fusil de bravura pero dejad tranquilo a ese hombre tan bueno y tan vulgar que con su mujer pasea en los económicos atardeceres. Aplastaos pero vosotros los inquisitoriales azuzadores de la matanza los implacables dogmáticos de estrechez mentecata los monstruosos depositarios de la enorme Gran Estafa los opulentos energúmenos que en alza favorable de cotizaciones preparáis la tripulación de los sueños modestos bajo un hacha de martirios inútiles. Pisotead mi sepulcro también os lo permito si así lo deseáis inclusive y todo aventad mis cenizas gratuitamente si consideráis que mi voz de la calle no se acomoda a vuestros fines suculentos. pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna al campesino que nos suda la harina y el aceite al joven estudiante con su llave de oro al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo y al hombre gris que coge los tranvías con su gabán roído a las seis de la tarde. Esperan otra cosa. Los parieron sus madres para vivir con todos y entre todos aspiran a vivir tan sólo esto y de ellos ha de crecer si surge una raza de hombres con puñales de amor inverosímil hacia otras aventuras más hermosas. Miguel Labordeta 15 de agosto de 1951 Santander